Las caras opuestas están a la orden del día. La dualidad en la que vivimos nos sumerge en una dicotomía entre dos opciones, la mayoría de las veces opuestas. Temas políticos, deportivos, culturales e incluso gastronómicos. O eres del PSOE o del PP, simpatizante del Madrid o del Barsa, taurino o antitaurino y como no, o apoyas a la cocina de vanguardia o no.
En muchas ocasiones es fácil elegir. El instinto, la tradición y la costumbre, nos preparan para guiarnos por esos caminos paralelos e infinitamente irreconciliables. Es la idiosincrasia natural de la sociedad de masas, libre de elegir lo que pensar aunque muchas veces condicionada por la multitud. ¿Por qué elegir tan radicalmente? Tal vez lo único que se consigue separando los polos opuestos es aislar la creación de ideas y los análisis complejos.
Para gustos se inventaron los colores, dicen. Los colores, las texturas, los sabores e incluso las sensaciones, diría yo. En la cocina que se elabora en España hay mucha pluralidad y ahora que está de boga, como toda moda con prestigio hace que sólo algunos privilegiados puedan disfrutar de ella, de la mejor.
Si los restaurantes de alta cocina en los que se ofrecen productos de temporada, frescos, son ya imposibles para un gran porcentaje de la sociedad, aquellos en los que se utilizan productos exclusivos de fuera de época son impensables, sobre todo en la situación de crisis en la que nos toca vivir. Los cocineros y propietarios de los restaurantes de alta alcurnia son los responsables de la oferta de sus establecimientos y su decisión condiciona el tipo de clientela que tienen.
Está claro que comer aire de zanahoria con dos centímetros cuadrados de cochinillo confitado, a un precio desorbitado, no nos satisface a cualquiera, pero si hay quien lo paga habrá quien lo venda y es respetable que exista variedad para que se pueda elegir. En la elección está el gusto, dicen. En la elección está el dinero, digo. Otra cara es la comprensión y su opuesta, en este caso, son las personas que por no entender algo-como en todo arte- desprecian lo que para ellos es incomprensible.
Los tipos de cocinas son variados, algunos dispares, pero todos buscan la satisfacción de los comensales. A estos son a los que les toca elegir, aunque sin necesidad de ser radicales por naturaleza. Muchos nunca nos “saciaremos” viendo una victoria del Barsa, pero hay que reconocer que es el mejor equipo del mundo.
En muchas ocasiones es fácil elegir. El instinto, la tradición y la costumbre, nos preparan para guiarnos por esos caminos paralelos e infinitamente irreconciliables. Es la idiosincrasia natural de la sociedad de masas, libre de elegir lo que pensar aunque muchas veces condicionada por la multitud. ¿Por qué elegir tan radicalmente? Tal vez lo único que se consigue separando los polos opuestos es aislar la creación de ideas y los análisis complejos.
Para gustos se inventaron los colores, dicen. Los colores, las texturas, los sabores e incluso las sensaciones, diría yo. En la cocina que se elabora en España hay mucha pluralidad y ahora que está de boga, como toda moda con prestigio hace que sólo algunos privilegiados puedan disfrutar de ella, de la mejor.
Si los restaurantes de alta cocina en los que se ofrecen productos de temporada, frescos, son ya imposibles para un gran porcentaje de la sociedad, aquellos en los que se utilizan productos exclusivos de fuera de época son impensables, sobre todo en la situación de crisis en la que nos toca vivir. Los cocineros y propietarios de los restaurantes de alta alcurnia son los responsables de la oferta de sus establecimientos y su decisión condiciona el tipo de clientela que tienen.
Está claro que comer aire de zanahoria con dos centímetros cuadrados de cochinillo confitado, a un precio desorbitado, no nos satisface a cualquiera, pero si hay quien lo paga habrá quien lo venda y es respetable que exista variedad para que se pueda elegir. En la elección está el gusto, dicen. En la elección está el dinero, digo. Otra cara es la comprensión y su opuesta, en este caso, son las personas que por no entender algo-como en todo arte- desprecian lo que para ellos es incomprensible.
Los tipos de cocinas son variados, algunos dispares, pero todos buscan la satisfacción de los comensales. A estos son a los que les toca elegir, aunque sin necesidad de ser radicales por naturaleza. Muchos nunca nos “saciaremos” viendo una victoria del Barsa, pero hay que reconocer que es el mejor equipo del mundo.